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22 enero 19361

 

La organización española de los «comunistas de izquierda», que fue siempre una organización confusa, ha acabado, después de bastantes oscilaciones a derecha e izquierda, por unificarse, sobre la base de un programa centrista, con la federación catalana de Maurín, en el seno del partido de «unificación marxista» (!).2 Inducidas a error por este nombre, algunas de nuestras publicaciones han escrito de este nuevo partido que se acercaba a la IVª Internacional.3 Nada es más peligroso que exagerar sus propias fuerzas sobre la base de una imaginación demasiado crédula. La realidad no tarda nunca en aportar una cruel desilusión.

Los periódicos nos informan que en España el conjunto de los partidos de «izquierda», tanto burgueses como obreros, han constituido un bloque electoral sobre la base de un programa común que, por supuesto, no se distingue en nada del programa del «Frente Popular» francés ni de todos los demás programas charlatanescos del mismo género. Hallamos en él «la reforma del tribunal de garantías constitucionales » y el mantenimiento riguroso del «principio de autoridad»(!), «la emancipación de la justicia de toda preocupación de orden político o económico» (¡la emancipación de la justicia capitalista de la influencia del capital!), y otras cosas del mismo género. El programa constata el rechazo, por los burgueses republicanos que participan en el bloque, de la nacionalización de la tierra, pero, «en revancha», al lado de las habituales promesas baratas para los campesinos (créditos, revalorización de los productos de la tierra, etc.), proclama (como uno de sus objetivos) el «saneamiento (!) de la industria», y la «protección de la pequeña industria y del comercio»; sigue el inevitable «control. de los Bancos»; sin embargo, puesto que los republicanos burgueses, según el texto de este programa, rechazan el control obrero, se trata del control de los bancos... por los propios banqueros por el intermediario de sus agentes parlamentarios tipo Azaña y sus semejantes. En fin, la política exterior de España deberá seguir «los principios y los métodos de la Sociedad de Naciones».4 ¿Y qué más?.

Han firmado, debajo de este vergonzoso documento, los representantes de los dos grandes partidos burgueses de izquierda,5 el partido socialista, la Unión General de Trabajadores, el partido comunista (¡evidentemente!), la Juventud socialista ‑¡desgraciadamente!‑, el «partido sindicalista» (Pestaña)6 y finalmente el «partido obrero de unificación marxista» (Juan Andrade). La mayoría de estos partidos se han encontrado en la cabeza de la revolución española durante los años de su ascenso y han hecho todo lo que han podido por traicionarla y agotarla. La novedad consiste en la firma del partido de Maurin-Nin-Andrade. Los antiguos «comunistas de izquierda» españoles se han convertido sencillamente en la cola de la burguesía de «izquierda». ¡Es difícil imaginarse caída más humillante!

Hace algunos meses fue publicado en Madrid un libro de Juan Andrade, La burocracia reformista y el movimiento obrero, en el que son analizadas, mediante citas de Marx, Engels, Lenin y otros autores, las causas de la corrupción de los burócratas obreros. Juan Andrade me ha dirigido su libro dos veces, las dos veces con dedicatorias muy calurosas, en las que me llamaba su «jefe y maestro». Este gesto, que en otras circunstancias seguramente no hubiera podido más que alegrarme, me obliga ahora a declarar con tanta mayor firmeza que no he enseñado nunca, jamás he enseñado a nadie, la traición política. Y la conducta de Andrade no es otra cosa que una traición al proletariado en provecho de una alianza con la burguesía.7

No es superfluo recordar a propósito de esto que los «comunistas de izquierda» españoles, como lo indica su propio nombre, han endurecido sus rasgos para aparecer,en cada ocasión propicia, como revolucionarios intransigentes. En particular, han condenado severamente a los bolcheviques‑leninistas franceses por su entrada en el partido socialista: ¡nunca y en ningún caso! Entrar de forma temporal en una organización política de masas para luchar implacablemente en sus filas contra sus jefes reformistas bajo la bandera de la revolución proletaria, es oportunismo, pero concertar una alianza política con los jefes del partido reformista sobre la base de un programa que se sabe deshonesto y que sirve para engañar a las masas y a encubrir a la burguesía, ¡eso es valentía! ¿Es posible envilecer y prostituir más al marxismo?

El «partido de unificación marxista» pertenece a la famosa asociación de Londres de los «partidos socialistas revolucionarios » (ex I.A.G.). La dirección de esta última se encuentra actualmente entre las manos de Fenner Brockway,8 secretario del Independant Labour Party.9 Hemos escrito ya que, a pesar de los prejuicios pacifistas anticuados y verosímilmente incurables de Maxton y otros, el I.L.P. ha tomado en la cuestión de la Sociedad de Naciones y de sus sanciones una posición revolucionaria honrada, y todos nosotros hemos leído con satisfacción una serie de excelentes artículos sobre ello en el New Leader. En las últimas elecciones parlamentarias, el Independant Labour Party se ha negado incluso a apoyar en el terreno electoral a los laboristas, precisamente porque estos últimos sostenían la Sociedad de Naciones. En si, esta negativa constituía un error táctico: allí donde el Independant Labour Party no podía presentar sus propios candidatos, debía apoyar a los laboristas contra los conservadores. Pero a pesar de todo es un detalle. En cualquier caso, quedaba excluido cualquier «programa común» con los laboristas. Los internacionalistas debían ligar el apoyo electoral (a los laboristas) con la denuncia de la manera en que los social‑patriotas británicos se arrastran ante la Sociedad de Naciones y sus «sanciones».

Nos permitimos plantear a Fenner Brockway la siguiente cuestión: ¿qué admite exactamente la «Internacional» de la que es secretario? La sección inglesa de esta «Internacional» rechaza un simple apoyo electoral a candidatos obreros, si son partidarios de la Sociedad de Naciones. La sección española acuerda un bloque con partidos burgueses sobre un programa común de apoyo a la Sociedad de Naciones. ¿Es posible ir más allá en el dominio de las contradicciones, de la confusión, de la bancarrota? Aún no hay guerra, y las secciones de la «Internacional» de Londres tienden ya hacia direcciones diametralmente opuestas. ¿En qué se convertirán, pues, cuando se produzcan los acontecimientos decisivos?

Pero volvamos al partido español de «unificación marxista», con la burguesía. Los «comunistas de izquierda» españoles ‑Andrés Nin, Juan Andrade, etc.‑ han rechazado más de una vez nuestra crítica de su política conciliadora invocando nuestra incomprensión de las «condiciones particulares» de España. Argumento habitual de todos los oportunistas, pues el primer deber del verdadero revolucionario proletario consiste en traducir las condiciones particulares de su país al lenguaje internacional del marxismo, comprensible también al interior de las fronteras de su propio país.10 Pero actualmente no hay necesidad de estos argumentos teóricos. El bloque español de las cimas de la clase obrera con la burguesía de izquierda no tiene en sí mismo nada de «nacional», pues no difiere en nada del «Frente Popular» en Francia, Checoslovaquia, Brasil o China. El «partido obrero de unificación marxista» no hace sino llevar a cabo servilmente la política que el 7º Congreso de la Internacional comunista ha impuesto a todas sus secciones, con entera independencia de sus « particularidades nacionales». La verdadera originalidad de la política española consiste esta vez únicamente en el hecho de que al bloque con la burguesía se ha adherido también la sección de la Internacional de Londres... ¡Peor para ella! Por lo que se refiere a nosotros, preferimos la claridad.11 Sin duda alguna se hallarán en España verdaderos revolucionarios para desenmascarar despiadadamente la traición de Maurin, Nin, Andrade y consortes, y colocar los elementos de una sección española de la IVª Internacional.

 


 

Notas

 

1 Este texto constituye el primer texto público consagrado aEspaña por Trotsky desde su artículo sobre el movimiento de Sanjurjo y los comentarios de Pravda en 1932. Después de su ruptura personal con Nin en 1932, en 1933 había estallado el conflicto con la organización española. Pero, contrariamente a lo que a menudo ha sido dicho y escrito, la fusión de la izquierda comunista en el seno del P.O.U.M. no había consagrado la ruptura, como lo atestiguan las entrevistas de Barcelona entre Andrés Nin y Jean Rous en, septiembre de 1935. Sin embargo, desde esta fecha, los antiguos B.‑L. españoles no habían dado señales de vida, y Trotsky debería enterarse por la prensa de la noticia de la firma por Andrade, en nombre del P.O.U.M., del programa electoral de las izquierdas. Este desarrollo podía parecer inesperado. El 4 de noviembre, en. La Batalla, el P.O.U.M. se dirigía a los partidos obreros proponiéndoles el principio de una «Alianza obrera nacional» en las elecciones. El 22, sin excluir la posibilidad de un «acuerdo puramente circunstancial» con los burgueses republicanos, La Batalla recordaba la adhesión del P.O.U.M. al «frente obrero» y afirmaba que no podía en ningún caso unirse a la fórmula del «Frente Popular» preconizada hoy por Moscú. Pero la victoria de Prieto sobre Caballero en el partido socialista y su determinación de llegar a un acuerdo con los republicanos, el deseo del P.C.E. de ir lo más rápidamente hacia un «Frente Popular» iban a colocar al P.O.U.M. con la espalda en la pared. En el comité central del 5 de enero de 1936, luego de un informe presentado por Nin, una resolución unánime comprometía al partido en lo que llamaba «el frente obrero‑republicano», fórmula que recubría la aceptación pura y simple del texto elaborado entre socialistas y republicanos con vistas a las elecciones. La resolución del C.C. insistía sobre la necesidad para el P.O.U.M. de obtener una representación parlamentaria, subrayaba que la ley electoral le quitaba toda esperanza de conseguirlo yendo sólo a la batalla, recordaba finalmente que, en la hipótesis de una «candidatura del partido, el P.O.U.M. corría el riesgo de hacer triunfar a los candidatos de derechas». «Sin considerar como decisivos para el curso general de la política los resultados electorales», la resolución subrayaba que «las elecciones tendrían un sentido altamente político» ya que se resolvería en ellas, ante todo, «la cuestión de, la amnistía» de los 30.000 obreros arrestados después de la insurrección de octubre en Asturias. Andrade, firmante del pacto electoral en nombre del P.O.U.M., Nin ponente sobre esta cuestión ante el C.C. del P.0.U.M., los dos antiguos dirigentes de la izquierda comunista tenían pues una responsabilidad evidente, a ojos de Trotsky, en esta iniciativa política.
El articulo de Trotsky no parece haber conocido una amplia difusión. Apareció inicialmente en New Militant, semanario trotskysta americano, el 15 de febrero, y en Francia sólo bajo la forma de una traducción en el Bulletin Interieur del G.B.L., nº 7‑8 de mayo de 1936, pp. 6‑8.

2 El título exacto del nuevo partido era «partido obrero de unificación marxista».

3 La constitución del P.0.U.M. era bien acogida no sólo por los grupos o militantes que habían roto ya con Trotsky y la organización internacional para la IVª, como Kurt Landau y Alfred Rosmer, o el belga Vereecken, sino por compañeros de camino como Victor Serge, que volvía de la U.R.S.S. a principios de 1936, y también por militantes responsables de secciones del movimiento para la IV." Internacional como el holandés Sneevliet. En Francia, Revolution, órgano de las juventudes socialistas revolucionarias, en aquella época igualmente portavoz de los bolcheviques leninistas, escribía el 7 de octubre de 1935: «Desde octubre, por la fusión de la izquierda comunista y el Bloque obrero y campesino, ha sido creado el nuevo partido obrero de unificación marxista. Este partido propone el reagrupamiento revolucionario sobre nuevas bases a fin de tener en cuenta, no sólo el octubre asturiano, sino toda la experiencia del movimiento obrero mundial. El nuevo partido lucha por la nueva Internacional por su órgano La Batalla que, en la ilegalidad, tira 10.000 ejemplares. La Batalla abre sus columnas a los militantes de las juventudes socialistas de España y de la izquierda socialista con vista a la discusión sobre los problemas de la unidad revolucionaria. Dirigimos nuestro mejor saludo al nuevo partido marxista español. Esperamos que se convierta mediante la claridad revolucionaria y el vigor en la acción en el instrumento de la victoria del proletariado español.» (Para la correspondencia oficial sobre la fundación del P.O.U.M., ver anexos le y I f, en vol. II.)

4 Las expresiones entre comillas elegidas por Trotsky para facilitar su demostración figuran efectivamente en el texto del programa firmado por el P.O.U.M.

5 Se trataba de la izquierda republicana de Manuel Azaña y de la Unión republicana de Martínez Barrio. Trotsky no menciona aquí la Esquerra catalana de Companys, que firmó un poco más tarde.

6 Fue en abril de 1933 cuando el viejo dirigente de la C.N.T. Ángel Pestaña fundó el partido sindicalista, coronando así una larga evolución hacia la derecha. Iba a ser, a este título, elegido diputado de Cádiz sobre la base del programa común de las izquierdas.

7 Los dirigentes del P.O.U.M. no han dejado nunca de estar preocupados por la respuesta a estos argumentos. Inmediatamente después de las elecciones, Andrés Nin escribía que para el P.O.U.M. se había tratado «de cerrar el paso a la reacción vaticana, a los siniestros héroes de la represión de octubre, de obtener la amnistía para los 30.000 presos» (Nueva Era, nº 8, febrero 1936). En aquella época, el P.O.U.M. había hecho conocer ya su hostilidad al mantenimiento del acuerdo, y denunciaba la política de Frente Popular (algunos autores hacen notar que el término de «Frente Popular» no figuraba en el acuerdo de las izquierdas, pero el propio P.O.U.M. lo ha empleado para designarlo). El manifiesto del P.O.U.M., en vísperas de la guerra civil iba más lejos en la justificación: «El Frente Popular fue una necesidad histórica ‑provocada por los pasados errores de los partidos socialista y comunista que liquidaron después de octubre las Alianzas obreras y dejaron a los republicanos la dirección de las masas durante el período electoral‑ y tenía un doble objetivo: expulsar del poder a la reacción y liberar a los 30.000 detenidos» (La Batalla, 17julio 1936). Después de más de un año, Gorkin retoma los argumentos contenidos en la resolución del 5 de enero, concluye que actuar de otra forma hubiera sido «un imperdonable error táctico», y explica: «Hemos adoptado la táctica realista que respondía a las circunstancias: hemos entrado, limitándonos a la campaña electoral, en el Frente Popular, que nos ha permitido dirigirnos a las masas y hacer ante ellas la crítica del "frente‑populismo" en nombre de la lucha de clases» (La Batalla 20 abril 1937). Juan Andrade, 35 años después, firma que firmando el programa en cuestión el P.O.U.M. respondía primeramente al deseo unánime de las masas, compartido incluso por los «antipolíticos» de la C.N.T.‑F.A.I.que se abstuvieron de lanzar su tradicional llamamiento al boicot (Prefacio de A. Nin Los problemas de la revolución española, p. 28).
Sin embargo, esta apreciación de Trotsky iba a levantar un clamor. En un texto escrito en agosto de 1937, Kurt Landau iba a escribir: «Condenar a camaradas como "traidores" era un crimen político imperdonable. Puede imaginarse fácilmente de qué métodos se serviría Trotsky si dispusiese del poder y no sólo de la pluma. De la calumnia a la liquidación de los "traidores" no hay más que un paso, muy pequeño. Creemos que Trotsky, en esta cuestión, ha roto definitivamente con los principios de la moral revolucionaria preconizada por el movimiento obrero» (Junio 36, 26 mayo 1939). Señalemos sólo que el militante austríaco fue el único, en las filas del P.O.U.M., que hizo la amalgama entre el empleo de un calificativo y el uso de la represión. Vereecken, que defendió al P.O.U.M. en el seno del movimiento para la IVª Internacional, escribía por su parte en respuesta a Trotsky: «Objetivamente, la participación electoral del P.O.U.M. en el Frente Popular era una traición, pero cualquier error o falta política lo es. Tal traición no tiene nada de común con las traiciones de los individuos o de los grupos que se unen, conscientemente, al campo contrario. Evidentemente es muy difícil discernir el punto en qué la traición objetiva se vuelve traición subjetiva. Es por ello que es una torpeza el poner, sin pruebas irrefutables, el calificativo de traidor sobre militantes revolucionarios o un movimiento». («La Revolución española ... » Bulletin Interieur del P.S.R. belga n.º 9, 1937, P. 36.)

8 El diputado del Independant Labour Party británico, secretario del Buró de Londres, Fenner Brockway (hoy, Lord Brockway) era uno de los «blancos» favoritos de Trotsky.

9 Inmediatamente después de la revolución rusa, la mayoría del I.L.P. se había negado a adherirse a la Internacional comunista y rechazado las 21 condiciones. El Bloque obrero y campesino de Maurín era resueltamente hostil a la creación de una Internacional nueva; forzosamente artificial a sus ojos, se había pronunciado por una reunificación de la IIª, y IIIª internacionales que habría permitido realizar su «síntesis».

10 En busca de justificaciones para su política, Maurín‑Nin invocan el sistema electoral español que hace extremadamente difíciles las candidaturas independientes para el joven partido (ver la resolución del C.C., La Batalla, no 234). Pero este argumento está desprovisto de valor. La técnica electoral no puede justificar la política de traición que constituye el lanzamiento de un programa común con la burguesía. (Nota de Trotsky.)

11 Algunos días después, el Secretariado Internacional publicaba la siguiente puntualización: «El Secretariado Internacional, registrando la ruptura de hecho consumada con él por la Izquierda Comunista. española cuando se fusionó con el Bloque obrero y campesino (Maurín) sobre una base típicamente centrista (fraseología revolucionaria que oculta su contenido oportunista), estimando que este último paso llevado a cabo por la Izquierda comunista española no era más que la consecuencia fatal de una larga serie de divergencias con la Liga de los Comunistas Internacionalistas (B.‑L.) en el curso de la revolución española, ha decidido, del acuerdo con los miembros del plenum, aplazar toda medida organizativa a fin de hacer aparecer por la experiencia de los hechos el verdadero contenido oportunista del P.O.U.M. Tan pronto como tuvo conocimiento de las primeras informaciones concernientes a la adhesión del P.O.U.M. al bloque electoral de las izquierdas, el S.I. decidió desolidarizarse públicamente de tal política. El S.I. estima que hoy, en presencia de la adhesión del P.O.U.M. al bloque electoral de las izquierdas y de las consideraciones «electoralistas» invocadas por los dirigentes del P.O.U.M., tal experiencia se revela plenamente reveladora, y sus previsiones se ven confirmadas: que en estas condiciones, hay que denunciar públicamente la actitud de los miembros de la Izquierda comunista que han amparado esta operación de traición. Hace un llamamiento a los obreros revolucionarios españoles y a todos los militantes que han permanecido fieles a la Liga de los comunistas y a su política para fundar la sección española de la IVª Internacional». (Bulletin interíeur del G.B.L. n.oº7‑8, mayo 1936, p. 11.) De hecho, no había en España militantes dispuestos a seguir a Trotsky en esta empresa. Habían sido menos de media docena, el año precedente, los que intentaron entrar al partido socialista y a las J.S. con Esteban Bilbao y Fersen, quienes desde esta fecha habían roto toda relación con el Secretariado Internacional, que no reconocía, por otra parte, ninguna «sección española» y no se decidirá a ello más que en noviembre de 1936.

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