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22 de diciembre de 19321


La revolución española ha creado condiciones objetivas extremadamente favorables para un desarrollo rápido del comunismo. Pero la ausencia de cuadros minimamente formados ha hecho extremadamente difícil lo mismo para la oposición de izquierda que para el partido oficial, el sacar provecho de esta situación verdaderamente histórica. Aunque, por el número de sus miembros nuestra sección española supera a toda una serie de otras secciones ‑lo que hay que atribuir enteramente al ascenso revolucionario2‑ la cohesión ideológica de la organización y el carácter de su dirección ofrecen un cuadro muy poco satisfactorio.

Para comprender sus causas, es necesario al menos establecer las faltas capitales cometidas por los cuadros dirigentes de la Oposición española.

En Cataluña, donde el proletariado ofrece un medio natural para un crecimiento rápido de la influencia de los bolcheviques‑leninistas, los camaradas dirigentes han perdido su tiempo de una forma imperdonable. En lugar de avanzar con fuerza bajo su propia bandera, aunque fuese bajo la forma de un pequeño núcleo, durante los meses      más críticos de la revolución, han jugado al escondite con los principios, han hecho diplomacia y se han arrastrado a remolque del nacionalismo pequeño burgués del provinciano charlatán Maurin.

Las cosas no han ido mejor en las otras regiones de España donde la oposición de izquierda, ignorando al partido oficial y reemplazando la educación marxista de los cuadros por un sentimentalismo revolucionario, no ha sabido trazar durante mucho tiempo el límite necesario que la separase de los grupos de derecha.

El resultado menos perjudicial no ha sido que los camaradas dirigentes, cediendo a la influencia de los peores aspectos de la tradición revolucionaria española, hayan dado la espalda a la experiencia internacional, y, declarándose de palabra solidarios de la oposición de izquierda, hayan apoyado en los hechos, directa o indirectamente a todos los confusionistas y a todos los desertores (Landau,3 Rosmer, Mill, etc.).

En la cuestión «fracción o partido independiente», la sección española ha adoptado en su última conferencia una posición por lo menos equivoca pronunciándose a favor de listas independientes a las elecciones parlamentarias y otras.4 Esta posición, contraria a la línea política de la oposición de izquierda, no había sido en absoluto preparada desde un punto de vista práctico: se ha quedado en una manifestación platónica, no menos nociva sin embargo.

En el camino que les aleja de los bolcheviques‑leninistas, los dirigentes de la Oposición española han ido tan lejos que han estimado posible modificar el nombre mismo de su organización. Eligiendo llamarse en adelante «Izquierda Comunista» ‑un título visiblemente falso desde el punto de vista teórico‑, los camaradas españoles se han opuesto así a la oposición de izquierda internacional y, con esta denominación, se han acercado simultáneamente al Leninbund,5al grupo de Rosmer,6 etc. Ningún revolucionario serio podrá creer que un paso tan importante haya sido dado por azar, sin objetivo político. Al mismo tiempo, ningún marxista podrá aprobar una política que no declara francamente sus intenciones, sino que recurre a astucias diplomáticas y anda con rodeos en las cuestiones de principios.7

Al exigir la participación en la conferencia internacional de todos los grupos que se reclaman de la oposición de izquierda ‑los que nos han abandonado así como los que hemos expulsado‑, la sección española demuestra hasta qué punto estaba y sigue alejada del desarrollo real de la izquierda internacional y cuan poco ha asimilado su lógica interna.8

Acusando a las otras secciones de tener una política falsa en materia de organización9 y ni siquiera intentando fundar ‑al menos un poco‑ sus acusaciones, los camaradas españoles han llegado de golpe a demostrar el carácter erróneo de sus propios métodos. La lucha que estalló bruscamente entre los dos grupos en el seno del comité central condujo a la sección española al borde de la escisión, y, en esta circunstancia, la organización se ha encontrado desprevenida, pues ninguno de los dos grupos que se enfrentan ha sido capaz hasta ahora de formular los principios de base de esta lucha que sin embargo es muy dura.10

La sección española no puede desarrollarse sobre su actual base ideológica. Dándose perfecta cuenta de que la corrección de los errores pasados, y la constitución en España de una organización firme en los principios y soldada de formal revolucionaria no pueden ser obtenidos más que mediante el proceso de un trabajo largo y sistemático, la preconferencia propone las medidas inmediatas siguientes:

a) Todos los documentos internacionales más importantes sobre las cuestiones litigiosas deben ser traducidos al español y puestos en conocimiento de todos los miembros de la sección. Hay que dejar de disimular los hechos. Lo que se ha dicho anteriormente concierne sobre todo al asunto Mill, en el que los dirigentes de la sección española no sólo apoyaron a un individuo manifiestamente sin principios contra la organización internacional, sino que, incluso ahora, a fin de defender sus errores pasados, se permiten insinuaciones inadmisibles hacia la Oposición internacional.

b) Los dos grupos en lucha en el C.C. deben renunciar a una escisión sin principios de la organización, tomando todas las medidas para que la discusión de las cuestiones litigiosas pase por canales normales, con la participación de todos los miembros de la Oposición sin excepciones.

c) La discusión interna debe ser llevada en un boletín cuya redacción debe asegurar una imparcialidad absoluta hacia los dos grupos en lucha.

d) Hay que poner en el orden del día todas las cuestiones de principio que atañan a la izquierda internacional y no permitir que posiciones políticas claras sean reemplazadas por simpatías o insinuaciones de orden personal.

e) Una discusión profunda debe preparar la nueva conferencia nacional.11

La preconferencia encarga al secretariado seguir con una particular atención el desarrollo interno de la sección española, a fin de ayudar a llevar a cabo todas las medidas decididas y todas las que sean adecuadas, en una coordinación completa con las tareas y los métodos de la oposición de izquierda

 

 

Notas

 

1 Internal Bulletin C.I.A., no 11, 31 de marzo de 1933. Este largo desarrollo consagrado a la sección española está sacado del texto redactado por Trotsky el 22 de diciembre de 1932 para la preconferencia de la oposición internacional de 1933. Una nota precisaba que debía ser puesto en conocimiento de todas las secciones, pero no publicado como el resto del texto. Figura en los archivos con fecha de marzo de 1933; la fecha real de su redacción nos ha sido proporcionada por Jean Van Heijenoort.

2 Los militantes de la oposición española no iban a apreciar esta afirmación que les quitaba todo mérito en la construcción de su organización

3 El 1 de septiembre de 1931, después de la publicación en Comunismo de un artículo de Paul Sizoff (seudónimo de Michel          Collinet), el comité ejecutivo de la oposición española había publicado el siguiente comunicado: «El C.E. de la O.I. española condena de la forma más enérgica las maniobras que llevan a cabo contra la Oposición, Sizoff, Gourget y cía. Desde el primer momento el C.E. se ha colocado sin dudarlo al lado del S.I., con quien está plenamente de acuerdo en lo que se refiere a la lucha por la depuración de las filas de la oposición de izquierda internacional. El C.E. de la O.I. española aprueba las críticas muy severas, pero         justas, que León Trotsky ha dirigido contra el grupo de Landau en Alernania, y se declara plenamente de acuerdo con las medidas tomadas contra él.» Pero, algunos meses después,  los dirigentes de la oposición española recibín a Collinet en Madrid, y le admitían en su conferencia nacional, lo que iba a provocar un vivo incidente con los delegados del S.I

4 Decisión tomada en la 3.ª Conferencia, recordémoslo, a propuesta de Nin, apoyado por Fersen, pero combatido por Lacroix y Andrade.

5 El Leninbund (Liga Lenin) había sido constituido en Alemania en marzo de 1928, agrupando a todos los opositores «de izquierda» con el modelo de la oposición unificada del 26‑28 en la U.R.S.S. Pero los «zinovievistas» Ruth Fischer y Maslow la habían abandonado en marzo. La Liga, dirigida por Urbahns, había estado cerca de la Oposición, pero había roto con Trotsky a principios de 1930, habiendo constituido la minoría trotskysta, con Antón Grylewicz, la oposición de izquierda alemana y habiendo Urbahns, por su parte, renunciado a luchar por el «enderezamiento» del K.P.D.

6 Alusión al grupo de la Gauche Communiste que publicaba en París Le Communiste, que animaban, con Claude Naville, Michel Collinet (Paul Sizoff), Aimé Patri (Ariat), Paul Le Pape (Daniel Lévine). Rosmer estaba muy próximo a ellos, y ellos se reclamaban de él, pero no formó nunca parte formalmente del grupo.

7 Los opositores españoles negaban ferozmente que el cambio del título de su organización hubiera tenido la significación política que le atribuía Trotsky. El 2 de septiembre de 1932, afirmaban: «No tenemos nada que ver con los grupos de Rosmer y Landau.» Sin embargo, en el mes de abril, Naville había tomado contacto con Landau en Paris, y al mismo tiempo, Michel Collinet había ido a España donde había estado con Lacroix y Andrés Nin con quien mantenía, después, una correspondencia regular. Según el testimonio de Paul Le Pape, en 1933 Landau durante un viaje a Perpignan, tomó contacto con uno de los representantes de la izquierda comunista española. Las sospechas de Trotsky no estaban completamente injustificadas y Le Communiste de octubre de 1932 lo confirmaba.

8 En su puntualización del 4 de septiembre el ejecutivo español había precisado: «Hemos defendido la idea de que se permita a todos los grupos expulsados o que se han separado de la organización en razón de divergencias con la dirección de la sección de su país o la dirección internacional presentar su defensa ante la Conferencia. Pero no hemos defendido nunca la idea de una conferencia internacional en la que los grupos expulsados o que nos han abandonado podrían intervenir al mismo titulo que las organizaciones legítimas.»

9 No poseemos textos anteriores provenientes de la sección española que traten este punto. Los opositores reprochaban en general al S.I. métodos que calificaban de «burocráticos», a Trotsky, intervenciones permanentes y su apoyo a Molinier. Juan Andrade resume bastantes posiciones que nadie niega, escribiendo: «Considerábamos que la orientación y la táctica política del momento no estaban determinadas por la deliberación de las secciones, sino que eran definidas a través de un artículo de Trotsky que tenía casi el carácter de un mandato imperativo para toda la Liga. La parte             que tomaba Trotsky en las crisis internas de las secciones, sobre todo la sección francesa, crisis que bajo la apariencia de divergencias políticas no eran, la mayor parte de tiempo, más que conflictos de personas, no nos parecía ni conveniente ni digno de su misión, sino resultado de su deseo de conservar una organización que fuese fiel a su persona» (Andrade op. cit., p. 21). En función de este análisis los españoles habían protestado contra la transferencia del S.I. a Berlín donde residía León Sedov, representante de la «sección rusa», y sostenido poco afortunadamente. contra él al otro ruso, Mill

10 Bajo su petición, a fin de poder someterse a una intervención quirúrgica demasiado tiempo retrasada, Lacroix, en la 3.11 Conferencia en marzo de 1932, había abandonado el puesto de secretario general a Andrés Nin. Menos de seis meses después, emprendía una violenta batalla fraccional. El S.I. había decidido que «el grupo Nin» y el «grupo Lacroix» fueran igualmente representados en la preconferencia internacional que tendría que regular las modalidades de funcionamiento de la sección española. El C.E. de la I.C.E. había protestado enérgicamente contra la igualdad de trato impuesta así entre organizaciones y hombres regularmente elegidos ‑‑el C.E. y el propio secretario general‑ y un grupo fraccionalista al que tenía por «escisionista». El S.I. había retrocedido entonces Y dado sólo una voz consultiva al representante del «grupo Lacroix» en la preconferencia

11 Las decisiones de la preconferencia sobre este punto no fueron nunca aplicadas. Primeramente, porque al C.E. se le hacía doloroso volverse atrás reintegrando responsables cuyo comportamiento juzgaba «criminal», luego, porque el boletín de Lacroix iba a publicar las resoluciones adoptadas en una traducción que les hacía decir exactamente lo contrario de lo que en realidad había sido decidido. Debía rectificar tras el aviso del S.I. invocando su ignorancia de la lengua francesa en que había sido redactada la resolución, pero el C.E. vio en esta falsificación la prueba de la mala fe de sus adversarios y de la imposibilidad de aplicar una resolución de compromiso: se negó finalmente a cualquier reparto de responsabilidades a la cabeza de las publicaciones internas. De hecho, el «grupo Lacroix», descompuesto por las iniciativas de su principal dirigente, se disolvía por sí mismo en abril. Sus principales representantes ‑excepto Lacroix‑ seguían en la organización: en octubre del mismo año, Ernesto Tojo, cuyas actividades en el sector «jóvenes» había servido de apoyo a las iniciativas de Lacroix reclutaba en Andalucía a varios militantes de las juventudes socialistas, entre ellos J. Quesada y Julio Cid.

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